jueves, 14 de julio de 2011

Historia de un beso


ELLA:
¿Que es un beso?
Un beso es una muestra de amor y afecto entre dos personas. Eso dicen. Para mi, es algo más.
 Un beso es un pacto sagrado, un juramento eterno, un rito ancestral, que sirve como puerta a un universo nuevo, como puente hacia el cielo, como llave para abrir el paraíso, o el mismísimo infierno. Un beso puede mostrarte el rostro de Dios o el del Diablo, puede mostrarte tu futuro o tu presente, tu nacimiento, o tu muerte, tu vida o su vida.
 Y dicen que un beso, no deja huella. Pero es mentira.
Me llamo Paula. Nunca creí en el amor verdadero, y siempre pensé que el amor eterno era una gran mentira de la humanidad. Y yo, que creía que no eran ciertas tantas cosas, me volví loca por un beso. Un mísero e insignificante beso. Un roce. Unos segundos. Y luego, nada.
 Han pasado ya muchos años desde aquél día en el que me volví loca. Era un típico día de Abríl. No tan típico. Mi hermana, la triunfadora, la que siempre ganaba en todo, la que nunca perdía en nada, la que tenía un gran trabajo mientras que yo cambiaba de este constantemente, la que estudió una gran carrera mientras que yo apenas si acabé los estudios primarios, la que conducía un gran coche mientras que yo ni siquiera tenía todavía carné de conducir, la que se había comprado un ático en Jorge Juan, mientras que yo continuaba viviendo con mis padres por que mi sueldo nunca me permitía ni siquiera un alquiler, y por que siempre acaba dándome miedo de lanzarme a la emancipación en un piso compartido por que temía que mamá no estuviera ahí para tener siempre mi ropa planchada, para tener siempre mi comida favorita hecha, para estar pendiente de recordarme todo lo que yo olvidaba. Mi hermana, la perfecta, que ahora nos venía con el cuento de que ya había conocido al hombre de su vida, que ese patán con el que llevaba ya tres años la había pedido que se casara con ella, y como no, ella había accedido. Se casaría a lo grande, como todo lo que hacía ella, con un vestido blanco, en una preciosa iglesia, con un montón de invitados, y haciendo un gran banquete. Y yo estaría allí, el día que se celebrara su boda, oyendo a mi padre decirme que a ver cuando me casaba yo, oyendo a mi tío decirme que cuando me compraría mi propia casa, oyendo a mi mejor amiga decirme que cuando me casaría yo…
Yo siempre la misma, la que se pasaba los días leyendo, soñando con fantasías de libros, escribiendo libros que luego nunca acababa, escondiéndome en mi dormitorio para leer un libro tras otro. Yo, siempre la misma, la rara, la diferente, la que no hacía nada útil, la que debería hacer cosas mas importantes que leer historietas, que debería preocuparme de hacer mi vida yo sola, sin la ayuda de nadie. Y ella venía ese día a casa, con ese patán con el que se casaría en dos meses, y mi padre y mi madre emocionados, preparaban una gran cena, para una gran mujer.
 Cuando estaba cerca de mi hermana, la perfecta, yo menguaba. A mi lado, esa mujer inteligente, que nunca se equivocaba al hablar, que sabía coger un cuchillo, que sabia hablar de todo, y que conocía todos los términos del diccionario, era un gigante. Y yo, desgarbada, desaliñada, me hacía cada vez mas pequeña e insignificante sentada a su lado, deslumbrándome por el brillo de sus mechas doradas, y por el de sus dientes blancos y perfectos con cada sonrisa que derrochaba. Era la típica mujer que sabe que decir en que momento, y yo todo lo contrario. Nunca sabía que responder cuando debía hacerlo, y cuando tenía que callarme hablaba. En cambio ella podría aplastarte con un puño cerrado, sin apenas alzarlo. “Envidia, la tienes envidia”, me decía mi padre.
 ¿Envidia yo? ¿Como podría envidiar a mi hermana? Nació del mismo vientre que yo unos cuantos años antes, y se llevó toda la gloria, pero no, yo no la envidio. Solamente me gustaría saber, ¿por que? ¿Por que ella lo puede todo, y yo sin embargo nunca puedo nada? Cuando me enamoro, los hombres se ríen de mi, y después de dormir en su cama, se olvidan de que me tapé con sus sábanas. Cuando alguien me gusta, ese alguien ni me mira, y cuando alguien me regala flores, yo no siento nada. Cuando tuve alguien que me quería yo sentí que no le merecía, y le dejé por que en realidad nunca le había querido. En cambio ella era la rompecorazones, la que dejaba a uno para estar con otro, la que presenciaba peleas en las que se la disputaban… ¿Y yo que? ¿Porqué ninguno me miraba a mi y en cambio todos la miraban a ella?
 En aquella cena, me senté frente a mi futuro cuñado. Mi hermana estaba embelesando a mi padre, líando a mi madre y aburriéndome a mi con una charla acerca de su empresa.
 Y le miré.
 Me estaba mirando. Parecía que, al igual que yo, no la estaba escuchando. Me di cuenta de que tenía los ojos negros mas profundos que había visto en mi vida. Tuve la sensación de que me iba a caer dentro de ellos, y que estaría cayendo por ese abismo durante el resto de mi vida. Bajo la sombra de sus largas y espesas pestañas, sus ojos estaban clavados en los míos, frios, ausentes, tristes… Luego me fijé en sus labios. Sentí el deseo de acercarme a él, apartar todos los platos que había sobre la mesa, y degustar esa carne suave que había en su boca…
 Y dejé de mirarle, para juguetear con la carne que había en plato.

ÉL
¿Que es un beso?
 Apenas es un roce. Apenas es una caricia. Puede serlo todo, o no ser nada. En él puedes sentir un valle de rosas, o un bosque de espinos. En un beso puedes verlo todo, o no ver nada. En un beso lo das todo, pero a veces, no recibes nada. Nada.
Y dicen que un beso, no deja huella. Pero yo se, que eso es mentira.
 Me llamo Manuel. Nunca creía en el amor verdadero, por que jamás me preocupé por él. Durante mi vida solo me preocupé de llevar a mi cama a las mas guapas de las mujeres, de disfrutar de sus cuerpos una noche, y de después olvidarme incluso de su nombre. Nunca me enamoré de ninguna. A veces ni siquiera las veía. Solo disfrutaba del instante que me daban, y después, ya todo terminaba.
 Mi padre siempre luchó por que fuera el mejor en todo. Creo que de alguna manera, fue él, el que me enseñó a vivir de esa manera. Gastó un gran dinero en que su único hijo fuera un gigante como él, y yo quise complacerle, siendo como a él le gustaba que fuera. Por eso, no me enamoraba. Estaba harto de oírle decir que solo los tontos se enamoran, y que un hombre de verdad solo quiere a una mujer para tenerla en su cama, y después olvidarla. Pero también mi padre fue débil, y se cansó de su hijo el líder, el que ganaba un montón de dinero en el mejor trabajo del mundo, que era lo único que había aprendido a amar realmente. Cuando estaba haciéndose viejo, quiso que su hijo se casara, y siempre andaba diciéndome que a ver cuando le daba un nieto.
 ¿Y quien mejor que ella para ser mi esposa? Era guapa, era inteligente, era elegante, conducía un gran coche, y tenía un gran trabajo. Sonia pasó por mi cama dos años antes de que empezáramos a salir en serio, dos años antes de que la pidiera que se casara conmigo. ¿Y como no iba a querer? Me dicen que soy guapo, soy rico, y eso si lo sé. Tengo un gran trabajo, y una vida que promete estar llena de exitos. Y un día, me llevó a cenar a su casa.
 ”No le hagas mucho caso a la rara de mi hermana”, me dijo, de camino a la casa de sus padres, en el coche. Cuando le pregunté por qué, ella me contó un montón de cosas raras de Paula. “Es una fracasada, nunca ha servido para nada más que para escribir libros que nunca acaba, y para leer historias que no podría realizar ni en sus mejores sueños. Me tiene envidia, la pobre. No tiene un gran tipo, ni una gran sonrisa, y siempre esta ausente…”
 Me la imaginé todo el camino como un patito feo a la sombra del cisne que desplegaba sus alas para llenarlo todo de sombra. Según la había descrito debía ser fea, sosa, y además tonta. Cuando entré, y la vi, me di cuenta de que era todo lo contrario. Siempre había creído en la belleza de los ángeles negros. Pero ese día, lo vi.
 Diferente. Asi habría descrito yo a Paula. Inteligente, a su manera. Se reservaba para ella toda esa inteligencia que ostraban sus ojos sin que ella quisiera para conservar ese misticismo que la envolvía en una bruma espesa e invisible, pero palpable, cubriéndola cuan alta era, desde su melena negra como la noche, hasta sus pies ligeros como el viento al caminar. Me di cuenta en ese momento de que por primera vez, era consciente de la belleza del ser humano, mas allá del físico. Ella desprendía un misterio que la convertía en un ser etéreo y distinto a todos los mortales del mundo, en su forma de mirar, en su voz, pausada y lenta, profunda, en su forma de juguetear con el cuchillo. Por un momento vi que me miraba, y por un momento, juré qu despues de mirar mis labios, se sonrojaba segundos antes de volver a fijarse en su plato de carne, para jugar con él.

ELLA
Sentí que me había visto, por primera vez en mi vida, alguien se había dado cuenta de que había otra mujer, sentada en la mesa. Me vio por dentro. Me vio a mi.
 Me puse nerviosa.
 Se me cayó el tenedor de la mano, y no sabía donde mirar. Alegué que ahora volvía, y abandoné la cena para irme a la terraza, dejando atras el salón. Hacía frío. Menudo mes de abríl, en el aire, parecía que todavía estaba cabalgando el mes de enero. Me apoyé en la balaustrada. El frío se apoderó de mi, pero lo agradecí. Idiota, idiota, idiota. Me dije. Que tonta eres, Paula. Nunca te fijas en nadie, nunca ves a nadie. Y hoy, has tenido que fijarte, has tenidoq ue ver, al futuro marido de tu hermana.
 Pero no era culpa mía… él era el que me había visto a mi.


EL
Aquella criatura efímera, casi etérea, se marchó de allí, despues de que el cuchillo se la cayera de la mano. Sonia dijo algo: “¿Lo veis? No soporta oírme hablar de mis logros profesionales y se larga a la terraza por que se ha mareado”
 Yo estuve esperando a que volviera durante toda la cena. Pero no volvía, y nada mas hacía mirar por la ventana los arboles meciéndose fuertemente por el viento. Debe de hacer mucho frío en la terraza, pensaba. La cena terminó, y su plato, seguía lleno. Me fui a encender un cigarro, y el padre de Sonia y Paula me dijo que e fuera a fumar en la terraza porque odiaba el tabaco.
 Buena oportunidad.
 Estúpido, estúpido, estúpido. Me dije. Nunca te fijas en nadie. Y te vienes a fijar en la hermana de tu futura esposa.
 Que ironía.
ELLA:
De pronto, me di cuenta de que no estaba sola. Me di la vuelta, y le vi, con un cigarrillo en los labios, mirándome desde la entrada. Y se acercaba. Y se acercaba.
 Y se acercaba.
 Me volví hacia él, de espaldas a la barandilla, y vi que cada vez estaba mas cerca. Quise retroceder, pero detrás de mi, solo había una altura de cinco pisos. Quería esconderme, pero no había donde. Me sentí aterrada por que me estaba mirando, me estaba sonriendo, se estaba acercando, y cuando dejó de acercarse, cuando dejó de andar, era por que ya estaba parado delante de mi. Se me pasó el frío.
 Su camisa blanca desprendía un calor jamás sentido, cuando lo acercó al mío. Creo que debió de notar mis latidos. Y si no lo hizo, entonces es que estaba loco.

EL
 Cuando me paré frente a ella, sentí que estaba temblando. Creo que no era por el frío.
 Puse una mano sobre su hombro, y de pronto, me volví loco, por que me incliné sobre ella, y aproximé mi rostro al suyo. Oí su respiración jadeante antes de que su respiración se silenciara bajo el peso de mis labios.
 Se quedó quieta, muy quieta, tan quieta que creía que el tiempo se había parado cuando penetré en sus labios con mi lengua, buscando la suya para acariciarla, abrazarla, hacerla mia, fundirla dentro de mi boca, para que se convirtiera en una parte de mi propia boca, durante el resto de mi vida.
 Pero sus labios latían, estaban vivos, su lengua ardía, respondía, se unía a la mía, se derramaba dentro de mi boca como un manantial lleno de vida y juventud, lleno de esa belleza interior que nunca había buscado, y que finalmente, me había encontrado a mi.

 
ELLA
Sus labios me atraparon, me silenciaron, se apoderaron de mi. Quise decir muchas cosas, pero estaba completamente muda, amordazada por esa boca salvaje que me había hecho suya.
 ¿Quien eres tu para robarme un beso? Gritaba yo por dentro. ¿Quien eres tu para volverme loca, para mover los cimientos firmes de mi tierra, para detener mi tiempo y condenarme a un eterno pasado sin futuro?
 ¿Quien eres tu para hacerme esto?
 Luchaba por dentro para desamordazarme, liberarme, gritar que de nuevo era libre, que de nuevo era yo, pero cuando por fin quise apartarme y sentí que podía respirar por mi propia boca, me di cuenta de que ya era demasiado tarde para ser yo misma
 Le miré a los ojos.
 
ÉL
La ira en sus ojos me asustó. Pero supe que ella estaba mucho mas asustada. Aún tenía el sabor de sus labios en mi boca, cuando sentí un nuevo roce de su carne en la mía.
 Su mano, en mi cara.
 Me ardió la mejilla por el contacto de su mano en ella durante apenas una milésima de segundo.
 Sentí que esa bofetada me estaría quemando en la cara durante el resto de mi vida. Paula no me dijo nada. Vi de refilón el destello de una lágrima en su mejilla cuando se iba de aquella terraza pisando tan fuerte que creí que se hundiría el suelo bajo sus tacones.
 Se marchó, y no volví a verla esa noche.
 Paula estuvo en la prmera fila el día de mi boda con Sonia. Estuvo en la misma mesa que yo en el banquete. Cada vez que iba a casa, solía evitarme. Cuando nació su sobrino, mi primer hijo, también estuvo allí, al igual que estuve yo, con mi hijo de la mano, el día de su boda, el día que se convirtió en madre, el día de la comunión de mis hijos, y los días que sus hijos recibieron el bautismo.
 Siempre estuvo allí, pero siempre estuvo muy lejos. Y siempre tuve la sensación, de que después de mirarme, perdía su mirada en algún lugar, y se rozaba los labios con los dedos.

 ELLA
Han pasado muchos años. Mi marido, no es la persona con la que siempre soñé. Mis hijos me quieren seguramente mas de lo que yo me merezco. Y yo, me miro en el espejo, y cuando veo que las arrugas me van cortando la cara sin compasión, me doy cuenta de que eso que dicen de que los besos no dejan huella, es mentira.
 Me rozo los labios, y veo ahí esa magulladura, la magulladura de ese golpe descomunal, desproporcionado, que recibieron mis labios un día en una terraza. El hombre de mi hermana, aquél al que llevo viendo toda la vida de su mano, de la mano de los hijos que la ha dado, aquél al que solo besé durante la duración de unos segundos, marcó a fuego mis labios para siempre con un tatuaje que todavía hoy después de tantos años, sigue ahí, y soy consciente de que siempre estará ahí. Esa herida primero sangró hasta dejarme sin una gota de sangre y luego cicatrizó para ser eterna, y para permanecer en mi piel, e  incluso cuando sea un cadáver y mi carne se pudra seguirá ahí, en mi hueso, e incluso cuando mi hueso se consuma seguirá ahí, en el polvo en el que habré de convertirme. Esa huella me perseguirá siempre.

EL
Después de tantos años, todavía me arden los labios cuando veo a la herman de mi mujer, de la mano de un hombre al que se que nuca quiso.
 Todavía me arde la mejilla, por el golpe descomunal, desproporcionado, con el que descargó su ira tras sentirse enjaulada dentro de mis labios. Se que ese golpe, estará en mi piel hasta que muera, que estará bajo mi piel, en mi hueso, y estará ahí siempre, porque esta ahí desde ese moemento, y estará aun cuando yo ya esté muerto, hasta el mismísimo fin de los tiempos.
 Esa es la historia de un beso. Eso fue para mi un beso. Un beso en el que amé por primera vez, un beso que me enamoró de una mujer por primera vez, un amor, que permanecerá para siempre, por que nunca lo he tenido.

 ELLOS
Eso es un beso.
Un beso es un pacto sagrado, un juramento eterno, un rito ancestral, que sirve como puerta a un universo nuevo, como puente hacia el cielo, como llave para abrir el paraíso, o el mismísimo infierno. Un beso puede mostrarte el rostro de Dios o el del Diablo, puede mostrarte tu futuro o tu presente, tu nacimiento, o tu muerte, tu vida o su vida.
 Apenas es un roce. Apenas es una caricia. Puede serlo todo, o no ser nada. En él puedes sentir un valle de rosas, o un bosque de espinos. En un beso puedes verlo todo, o no ver nada. En un beso lo das todo, pero a veces, no recibes nada. Nada.
Para mi, es algo más.
Y dicen que un beso no deja huella. Pero eso, es mentira.

FIN

Elijahna

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